Murciélago orejudo; ratpenat orellut
Plecotus spp.
1872-1876 Vilanova y Piera
Europa
LOS GIMNORRINOS (Gymnorhinae) [...] Las especies de esta familia se hallan distribuidas en una infinidad de géneros; pero teniendo en cuenta la índole de la obra, habremos de limitarnos a citar las tres divisiones que tienen representantes en Europa (los orejudos -Plecotus-, las barbastelas -Synotus- y los vespertilios -Vesperugo-).
LOS OREJUDOS (Plecotus). CARACTERES.- Los orejudos se distinguen de todos los demás murciélagos por el gran tamaño de sus orejas, las cuales aparecen enlazadas por una prolongación del borde interno que atraviesa la frente por el centro. DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA.- Se hallan diseminados en todas las partes del mundo, excepto Asia, donde no se han señalado todavía. La especie tipo de este grupo es: EL OREJUDO DE EUROPA O VULGAR (Plecotus auritus).
CARACTERES.- [...] El orejudo vulgar es uno de los mayores murciélagos europeos. [...] La parte más notable de este murciélago es sin disputa alguna, la oreja [...] DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA.- El orejudo vugar habita en toda Europa, excepto en los países situados más allá del 60º de latitud norte. Asegúrase que se encuentra en el norte de África, en los países occidentales de Asia y en las Indias Orientales; este murciélago es bastante común en los puntos donde vive, y el más frecuente de todos en Alemania. USOS, COSTUMBRES Y RÉGIMEN.- El orejudo de Europa nunca se aleja mucho de las habitaciones del hombre, y en los países montañosos no pasa del límite inferior de los bosques. Durante el verano se le ve con frecuencia en los prados, a la proximidad de los bosques y sobre todo en los jardines y paseos. Aunque el orejudo sea el más común de nuestros murciélagos, escapa, no obstante, a la observación, porque sale tarde de su escondite y vuela con tal rapidez, que apenas se le puede distinguir en la oscuridad. Su vuelo es tan irregular como caprichoso, y diríase que este animal tiene empeño en no recorrer una distancia de seis metros en línea recta; sube y baja, gira a derecha e izquierda, va y viene, y todo esto con tan bruscas transiciones, con movimientos tan angulosos, que es casi imposible seguirle con la vista. [...] CAUTIVIDAD.- El orejudo es de todos los quirópteros el que resiste más tiempo en cautividad; cuando se les cuida bien, puede vivir algunos meses y aún algunos años, razón por la cual es el que generalmente se escoje como objeto de observaciones o experimentos acerca de los quirópteros. Se le spuede domesticar hasta cierto punto y hasta enseñarle a reconocer a su amo.
Un orejudo que observó Federico Faber por espacio de algunas semanas, solía estar muy despierto, especialmente por la tarde; emprendía algunas veces su vuelo cuando era de día y descansaba regularmente hacia la media noche. Volaba con mayor facilidad por la habitación, teniendo ls alas inmóviles casi siempre, pero en ocasiones las cerraba y extendía durante su vuelo. Para evitar un obstáculo, describía un arco; corría rápidamente por el suelo, elevándose sin gran dificultad en el aire, y trepaba muy bien por las paredes, gracias a la garra de que se halla provisto el pulgar. Al más leve rumor movía sus largas orejas, enderezándolas como los caballos, o bien las arrollaba en forma de cuernos de carnero si el ruido continuaba o era demasiado fuerte. Al descansar echaba siempre las orejas hacia atrás, movía a menudo la cabeza, se lamía y olfateaba, atormentándole a menudo, como acontece a todos los murciélagos, los parásitos, lo cual le obligaba a rascarse frecuentemente la cabeza con las uñas. Si hacía frío, permanecía inmóvil; mas apenas el sol le calentaba con sus rayos, despertábase y corría por la estancia. Nada perdió de su voracidad natural, pues tal pronto como se le echaban moscas, dábales inmediatamente caza, necesitando lo menos unas sesenta para satisfacer su apetito. Digería con tanta rapidez como comía, y al tiempo de alimentarse, llenaba de excremento la jaula. No divisaba su presa, sino que la oía; cuando volaban la moscas cerca de él inquietábase al momento, revoloteaba olfateando en todos los sentidos, levantaba las orejas, deteníase ante un de estos insectos, se precipitaba en seguida sobre él, haciendo de modo que pudiera cubrirle con sus alas extendidas, y la cogía luego con los dientes. Cuando la mosca era muy grande, inclinaba mucho la cabeza para cogerla mejor; mascaba muy de prisa su alimento, lamiéndole de paso, y sabía muy bien dejar a un lado las patas y las alas, que no le gustaba tragarse. Solo cuando le apuraba el hambre, tocaba las moscas muertas, pero precipitábase ávidamente sobre las que se movían; hecha la comida, descansaba.
[VILANOVA Y PIERA, J. (1872-1976). La Creación. Historia Natural. Montaner y Simón Editores. Rambla y Plaza Cataluña, 18 y 20. 1872: Volum I (Mamíferos); 1873: Volum II (Mamíferos), Volum III (Aves); 1874: Volum IV (Aves), Volum V (Reptiles y Peces); 1875: Volum VI (Articulados); 1876: Volum VII (Botánica), Volum VIII (MINERALOGÍA: Geología y Paleontología)]
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Recopilación bibliográfica y transcripciones de Jacint Cerdà